Por edad, tenía siete años cuando editaron su disco más reconocible, “Loveless”, pero me sorprendió ver a gente de mi edad hablando de ellos como la panacea del rock, como si fueran visionarios, como si llevasen escuchando las canciones del grupo británico desde el vientre materno y pensé, o estos chicos tienen algún hermano más mayor que les pasaba sus discos o simplemente se quieren hacer los listos.
Es increíble ver como gente que siempre habla mal de los críticos de música o cine, acaba adoptando la misma opinión que estos vierten en los medios, siguiendo cual borregos su credo, sin criterio alguno, en pos de parecer más inteligente por hablar del último grupo de San Francisco o la última película de David Lynch. Para mí esto es el más claro ejemplo de hipster o gafapasta, o como dirían nuestros padres, el “moderno de toda la vida”, mucho ruido y pocas nueces.
Lo reconozco, me fascinan estos temas, como una contracultura, se
convierte en un fenómeno de masas, como movimientos que comienzan como
minoritarios, acaban adaptados al consumo más feroz, como músicas
“consideradas” minoritarias e incluso antisistema llenan
festivales repletos de grandes marcas. Las contradicciones que implica el mundo
de la música, cine, el arte en sí, son tan fascinantes como temerarias ¿Será
simple curiosidad? ¿Será tirria a los modernos? Probablemente ambas. ¿Por qué
hay gente que te intenta vender que lo que escucha es mejor que lo que tú
escuchas? Yo, que soy una persona sin
alardes de sabelotodo, siempre trato de observar estos fenómenos desde un punto
de vista imparcial, pero cuesta mucho ser imparcial ante tanta tontería.
En este libro, el periodista musical Victor Lenore, colaborador en El País, La razón o Rockdelux entre muchos otros, hace un análisis del movimiento hipster, también llamado indie, moderno o gafapasta, y la relación entre su individualismo y su escaso o nulo compromiso político, y el machismo y racismo que impera en dicha cultura. En este libro, el periodista soriano expone que esta cultura se ha establecido como la cultura dominante con el amparo de los medios de comunicación que, otorgan al indie más espacio que a otras músicas. Cita, que en las noticias de deportes de Cuatro suenan The Black Keys o Four Tet, que el magnate ultraderechista Rupert Murdoch invierte 50 millones de dólares en Vice, medio de cabecera para hipsters de medio mundo. Hay un capítulo dedicado a Diplo, un conocido dj y productor que roba ritmos de músicos de las favelas, sin ni siquiera incluir en los créditos a dichos músicos, para su música o la de grandes estrellas. O como Madonna al ser
acusada de plagio por uno de esos artistas, ofrece al denunciante que sea su telonero
en vez de arreglarlo en los tribunales. No se puede decir que el periodista no
se haya documentado para tratar este fenómeno, porque no faltan referencias a
otros ensayos como "¿Qué fue lo hipster?" de Mark Greif o el "Negro Blanco" de
Norman Mailer o "Energy & Flash" de Simon Reynolds. Incluso frases que incluye de otra gente, como sociólogos o
amigos suyos sin ir más lejos, tienen su chicha. El periodista cita webs como
Jenesaispop o a el artículo publicado en El Diagonal “Machismo Gafapasta” y hay
mención a com o la Reina Letizia se escapa de la zarzuela para ir a conciertos
de Eels o Los Planetas entre otros. Estos son solo unos pocos ejemplos, hay
muchos más. El prólogo lo firma Nacho Vegas.
En mi opinión, las descripciones de Lenore sobre esta tribu urbana se
acercan bastante a la realidad, pero el esnobismo y el postureo es algo que ha
existido y existirá siempre y no es propio únicamente de los hipster, al
contrario, ahora con internet como vehículo, se acrecienta, donde gracias al anonimato
(y sin él) puedes poner a parir en un foro, sentar cátedra y arreglar el país a
golpe de clic, por lo que extrapolar comentarios en páginas de internet, como
la opinión de una mayoría me parece demasiado atrevido. Algo así ocurrió en casos
como el de Julieta Venegas o Calle 13, en los que los hipsters se indignaron
(en internet, no llegaron a tomar las calles) porque actuaban en el festivales como el FIB o el Sonorama. Casos así han
sucedido en otros festivales que nada tienen que ver con el indie, como cuando
por ejemplo Ramoncín tuvo que parar su actuación en Viñarock, un festival donde
no ha hecho mucha gracia la inclusión de grupos como Pereza o Melendi en alguna
edición. Tampoco la inclusión de David Guetta en Monegros es que gustase demasiado.
El principal acierto de Lenore está al decir que el hipster, no siente
remordimientos e incluso se siente orgulloso de su consumo, y al exponer que esta tribu urbana no causa
problemas políticamente. También estoy de acuerdo en que el marketing y el
indie son buenos compañeros de cama. Desde luego que el libro atiza a diestro y siniestro a hipsters y no hipsters, algunos de sus argumentos son irrebatibles. Lo realmente triste de todo
esto, es que todas estas definiciones, esos hábitos que tan bien define Victor
Lenore, los comparten muchas más personas de lo que parece. ¿Serás tú un Hipster de esos?
Lo mejor: Aunque es triste, en muchos aspectos Lenore tiene más razón
que un santo.
Lo peor: Que no se haga un análisis sociológico más profundo sobre estos
temas.